La Pascua, celebración central del cristianismo, conmemora la resurrección de Jesucristo, invitándonos a reconocer su presencia viva en nuestra fe.
La Pascua de Resurrección o Domingo de Pascua, es la festividad más significativa del cristianismo. En este día se conmemora la resurrección de Jesucristo, un evento fundamental que marca el corazón de la fe cristiana.
El evangelio de Juan presenta el encuentro de María Magdalena en compañía de María de Cleofás y María Salomé, con el sepulcro vacío. Al descubrir que la gran piedra de la entrada había sido retirada y que un ángel les dijo que Jesús había resucitado, María Magdalena corre a informar a Pedro y al otro discípulo al que Jesús amaba. Juntos van al sepulcro y encuentran las vendas y el sudario, pero el cuerpo de Jesús ya no está. Aunque aún no comprenden completamente la profecía de su resurrección:
«Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos»
El evangelio de Lucas presenta otra situación reveladora: el encuentro de Jesús con dos de los discípulos en el camino a Emaús. Jesús se une a ellos, pero no le reconocen. Durante el camino les explica las Escrituras y cómo todo lo que ha sucedido estaba profetizado:
“¡Hombres duros de entendimiento, ¡cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”
Al llegar la noche, Jesús acepta la hospitalidad de los caminantes. Al partir el pan, los discípulos lo reconocen, pero Jesús desaparece.
Así, la Pascua no es sólo un evento del pasado, sino una realidad viva y presente en la experiencia de cada creyente. Nos recuerda que Jesús está vivo y que camina con nosotros en nuestro viaje de fe.