Santa Francisca Romana: esposa, madre y apóstol seglar. Fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi, abrazó la caridad y la humildad como forma de vida.
Francisca nace en Roma en 1378, en medio del turbulento escenario del Gran Cisma de Aviñón marcado por la lucha de dos o, incluso, tres papas por el trono de Pedro. De familia noble, su infancia transcurrió en aislamiento espiritual, entregándose a la oración y la penitencia. Contra su voluntad, debió casarse con apenas 12 años de edad.
A pesar de anhelar la vida monástica, Santa Francisca Romana abrazó la caridad y humildad. Desde joven se destacó por sus obras caritativas en hospitales y socorriendo a los necesitados. Su vida matrimonial fue testigo de pérdidas (dos de sus tres hijos murieron), pero nunca cedió a la desesperación. Vivía la espiritualidad entre el retiro y la dedicación activa al prójimo.
«Un aspecto fundamental y característico del compromiso caritativo de Francisca está representado por su capacidad para curar los males del cuerpo y del alma. En Roma era muy conocida por sus poderes taumatúrgicos. De hecho, tenía una notable capacidad para curar varios tipos de enfermedades, recurriendo a medios simples, preparados por ella misma con ingredientes de uso común, vinculados a una antigua herencia de sabiduría femenina y experiencias y prácticas populares: decocciones, ungüentos, cataplasmas de hierbas. Como terapeuta, sin embargo, Francisca tenía una especialización particular, ligada a una intensa actividad ginecológica y obstétrica. Su laboriosidad en este campo tenía sus raíces en costumbres sociales precisas: este tipo de ayuda formaba parte del complejo de obligaciones y deberes típicamente femeninos».
La transformación llegó en 1425 cuando, después de 28 años de matrimonio, su esposo aceptó llevar una vida casta. Aunque externamente poco cambió, Francisca experimentó éxtasis y visiones. En aquella época «Francisca se convirtió en el punto de referencia de un grupo de mujeres que, motivadas por un intenso compromiso devocional, se reunieron en torno a los bienaventurados, primero en una asociación libre y espontánea, luego sobre un propósito común de vida. Poco tiempo después, Francisca junto a nueve compañeras, hizo su oblación en la Basílica de Santa María Nova, marcadas por la espiritualidad benedictina. En 1433, compraron una casa en el Campidoglio, donde vivieron en comunidad, aunque Francisca siguió viviendo en su casa familiar. Después de la muerte de su esposo en 1436, Francisca se unió a ellas, liderando la comunidad en Tor de’ Specchi y atendiendo como una madre a todas las necesidades materiales y espirituales de sus hijas».
Profeta en tiempos de crisis, intervino enviando mensajes al Papa Eugenio IV durante la crisis de Basilea, temiendo nuevas fracturas en la Iglesia. Francisca, profetisa del concilio de Basilea, se erige como una de las voces espirituales más destacadas del fin de la Edad Media.
El 9 de marzo de 1440 falleció serenamente.
Fuente: Monasterio de las Oblatas de Santa Francisca Romana