San Policarpo, obispo nacido en el año 69 en Esmirna, fue educado por testigos directos de Jesús. Fue martirizado en el año 155 por su firmeza en la fe cristiana.
Policarpo, nacido en el año 69 en Esmirna (actual Izmir en Turquía), fue educado en la fe por testigos directos de Jesús y designado obispo por los propios apóstoles en el año 100. Su discípulo Ireneo, obispo de Lyon, lo elogia como buen pastor y defensor de la causa cristiana.
En 107, albergó a Ignacio, obispo de Antioquía, quien viajaba a Roma para enfrentar el martirio en medio de una persecución local. Policarpo, testigo de estos eventos, fue alabado por Ignacio en una carta que perduraría en las generaciones cristianas.
En el año 154, Policarpo viajó desde Asia Menor a Roma para discutir con el papa Aniceto sobre la fecha de la Pascua. A pesar de no llegar a un acuerdo, mantuvieron la paz y la amistad. Después de su regreso (155), estalló la persecución, como la ocurrida en Esmirna bajo el reinado del emperador Antonino Pío.
A sus 86 años, Policarpo se negó a renunciar a su fe y fue quemado vivo. El relato de su martirio, registrado en el «Martirio de Policarpo» por un testigo ocular, es la primera obra cristiana dedicada exclusivamente a la narración del sufrimiento de un mártir.
Policarpo, fiel a la exhortación de Ignacio, enfrentó la persecución con paciencia, rechazó renegar de su fe y subió a la hoguera sin ser atado. En su carta a los Filipenses destaca la importancia de imitar la paciencia de Cristo.