Tras la Anunciación, María visitó a Isabel quien también estaba embarazada. El niño en su vientre (Juan el Bautista) saltó al oír la voz de la Madre de Dios.
El primer pensamiento de María tras la visita del Arcángel Gabriel (Anunciación), fue ir presurosa a Ain Kharin para contarle a su prima Isabel el maravilloso acontecimiento que estaba por suceder. Mientras se apresuraba, aquellos que la encontraban no se daban cuenta de que llevaba en su seno al Hijo de Dios – humilde, dulce y amable con todos.
Al saludar a Isabel, que también estaba embarazada, el niño en su vientre (Juan el Bautista) saltó de alegría al escuchar la voz de la Madre de Dios. Isabel, asombrada, exclamó: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como el sonido de tu saludo llegó a mis oídos, el niño en mi vientre saltó de alegría. Y bendita tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que te fueron dichas por el Señor”.
Isabel supo que estaba en presencia de Dios y que María era la Madre de Dios. María, agradecida, pronunció su cántico, el Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…”
Durante tres meses, María e Isabel se hicieron compañía y agradecieron a Dios por su misericordia. Luego, María regresó a Nazaret llena de alegría. La Fiesta de la Visitación de Nuestra Señora fue instituida en 1385 por Urbano IV y confirmada en 1389 por Bonifacio IX.
Fuente: Roman Catholic Saints.
Imagen: Fragmento del óleo sobre tabla «La Visitación» (1555), por los hermanos Hans y Jakob Strüb..